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Resulta paradójico que, día tras día, haya personas empeñadas en difundir bulos sobre el supuesto "lado oscuro" de la fruta, siendo un grupo de alimentos del que la ciencia ha mostrado múltiples beneficios. De hecho, la manzana o la pera son iconos que abanderan la alimentación saludable. A continuación desmontamos cuatro de los mitos más frecuentes sobre la fruta con el objetivo de aclarar, de una vez por todas, que comer fruta siempre es un buen plan.
1. COMER FRUTA DESPUÉS DE LAS COMIDAS ENGORDA
¿Quién no ha oído en la sobremesa decir a algún amigo o cuñado: "yo no tomo fruta de postre, que engorda"? La realidad es que no hay ninguna evidencia de que esto suceda. Lo que "engorda" después de las comidas... ¡sorpresa! son las natillas y nadie hace tanto drama. Los gurús que predican el argumento de que la fruta engorda de postre deben saber que la fruta aporta las mismas calorías antes y después de las comidas. Y que no "fermenta" en el estómago ni es víctima de ningún fenómeno paranormal. La única ventaja de tomar la fruta fuera de las comidas (por ejemplo, de tomarla media hora antes de comer) es que posiblemente llegaremos a la hora de la comida más saciados.
2. LAS PERSONAS CON DIABETES NO PUEDEN TOMAR FRUTA
Salvo indicación contraria por parte del profesional sanitario, es más bien al revés. El consumo de fruta se aconseja para prevenir enfermedades crónicas y entre ellas está la diabetes tipo II. Los azúcares de la fruta, cuando la fruta se consume en su forma entera, se conocen como azúcares "intrínsecos". Esto significa que van acompañados de la fibra y se absorben en el tracto digestivo de manera lenta. De esta forma no se forma el temido "pico" de glucemia. ¡Ojo! No ocurre lo mismo con los zumos. En este caso, al retirar la fibra, el azúcar de la fruta se convierte en azúcar libre.
3. LAS FRUTAS ECOLÓGICAS SON MEJORES PARA LA SALUD
Cuando en otros países se pregunta al consumidor por qué elige productos ecológicos, suele contestar que lo hace para contribuir a la sostenibilidad. La palabra "ecológico" se asocia principalmente a "sostenible". En España no ocurre exactamente así. Aquí tenemos la percepción de que los alimentos ecológicos también son más saludables y pensamos, en definitiva, que lo ecológico es "más sano". ¿Qué dice la ciencia sobre esto?
Es cierto que algunos estudios han encontrado que en los alimentos ecológicos se puede encontrar menor cantidad de pesticidas que en los convencionales. Pero lo primero que debemos saber es que las cantidades de pesticidas encontradas en los alimentos convencionales son seguras así que esto no convierte a los productos ecológicos en «más saludables». Por otro lado, las revisiones sistemáticas no han encontrado que los productos ecológicos tengan un mayor valor nutricional. Es decir, una manzana ecológica no tiene diferencialmente más vitaminas ni es «menos tóxica» que una convencional. Recuerda que si lo que buscas es contribuir a la sostenibilidad, un buen consejo es consumir siempre que sea posible frutas y verduras locales y de temporada. Importar fruta ecológica de Chile en realidad no es un plan muy ecológico.
4. LA PIEL DE LA FRUTA ESTÁ LLENA DE PESTICIDAS Y ES MEJOR QUITARLA
A menudo circulan bulos sobre la supuesta toxicidad de las ceras que recubren algunas frutas y verduras. Incluso hay tutoriales donde proponen sesudas técnicas para eliminarlas. Se trata de mensajes alarmistas y sin ningún fundamento científico que por algún motivo la gente se apresura a compartir. Las ceras son elementos que recubren las frutas de forma natural y tienen múltiples funciones: protegerlas de golpes, de los insectos, de los hongos, de la humedad o para evitar la evaporación interior y mantener la turgencia. También tienen una función coqueta: reflejar la luz, tanto ultravioleta como visible, y así hacer los vegetales más atractivos y brillantes.
El paso del tiempo sumado a los procesos de lavado y cepillado previos a la comercialización, hace que las ceras naturales se pierdan. Para mejorar el aspecto de la fruta, se aplica un tratamiento tras la cosecha que incluye ceras y recubrimientos comestibles. Estas ceras, lejos de estar prohibidas, están autorizadas como aditivos alimentarios y se conocen con distintos nombres: carnauba (E-903), una grasa comestible que se extrae de las hojas de palma, cera de abejas (E-901), resinas como colofonia que se extrae del pino o goma laca (E-904), una resina que viene de un insecto autóctono de India y Tailandia.
También se aplican otros recubrimientos comestibles (edible coatings) a partir de hidrocoloides y ceras naturales, aunque con menos éxito, deteniendo la degeneración de algunas frutas. Es importante tener claro que todos estos tratamientos son seguros y no son necesarias prácticas más allá del lavado habitual de las frutas. Como curiosidad, con estos recubrimientos también hay un doble rasero: las mismas personas que comparten los bulos atemorizados por la presencia de recubrimientos en las frutas son los mismos que acto seguido se comen una chuche o un pastel, sin saber que estos recubrimientos no sólo se aplican a las manzanas, sino también en múltiples dulces. Así somos.
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