lunes, 27 de abril de 2020

50 años del nacimiento de Lenin: el déspota ¿virgen? que alaban los comunistas


Nadezhda Krúpskaya e Inessa Armand fueron las dos mujeres que supuestamente amó el líder comunista, a quien el sexo no le interesaba nada, sólo la lucha obrera y "matar el tiempo".
Lenin, en la plaza roja de Moscú en 1918. CONTACTO
El año pasado se editó un ensayo con título provocador: Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo (Capitán Swing, 2019). Lo firmaba Kristen Ghodsee, una socióloga especializada en la vida cotidiana bajo el telón de acero que, de modo ingenioso y sesgado, argumentaba que en el capitalismo se folla mal, y que el éxtasis verdadero se alcanza en sistemas en los que se aboga por la abolición de la propiedad privada, pues las relaciones son entre iguales; recuérdese que los bolcheviques tildaban el matrimonio de institución burguesa en la que el marido usufructuaba de su esposa.
Es más: uno de los eslóganes de la Revolución Rusa era "abajo la decencia", y sostenían que hacer el amor debería ser tan sencillo como beber un vaso de agua. Sin embargo, nuestro imaginario colectivo no identifica apenas la plenitud sexual con el socialismo. La revolución sexual en occidente es un fenómeno que comenzó en los 60 con los hippies -que eran más una manifestación anarco-capitalista que revolucionaria, como se acabó viendo-, y aquello fue una consecuencia del capitalismo, un sistema proveedor de bienes de consumo placentero, ya fueran la píldora, la minifalda o el rock.
Hoy, a esos bienes los llamamos iPhones -en los que nos bajamos Tinder-, Satisfyer, suscripción premium de Pornhub o preservativos con sabor a mandarina. O sea, que el capitalismo cunde bastante, y no está claro que bajo el comunismo se follara más, ni siquiera mejor. Es sobre este argumento, de hecho -el de que los sistemas comunistas y sus líderes han tenido históricamente una relación obtusa e insatisfactoria con el sexo- a partir del cual, con humor y perspicacia, Federico Jiménez Losantos ha explicado el fracaso material, que no propagandístico, del proyecto comunista: no se podía sostener si no había sexo. Lo que nos lleva a Lenin, de cuyo nacimiento se cumplen 150 años, seguramente el paciente cero del asunto, el vórtice del problema.
En una entrevista con Vanity Fair a propósito de la publicación de Memoria del comunismo (La Esfera de los Libros, 2018), decía Federico: "Hay una frase de Trotsky que da para otro ensayo: 'Alguna vez tendríamos que hablar de la virginidad de Lenin'. Trotsky estaba seguro de que Lenin no había hecho nada, otra cosa es que le hicieran a él. Como todo déspota, a lo mejor lo que le gusta era que le despotizaran, que ése era el papel de Inessa Armand". Extiende, pues, la sospecha de que la vida sexual de Lenin fue pobre, aburguesada y apática. Que si folló fue poco y pasivamente, puede que a disgusto, fingiendo los orgasmos. Y se atreve a aventurar que con su compañera en la vida y en la revolución, Nadezhda Krúpskaya, no llegó a consumar. Lo sugería la propia Krúpskaya en comentarios recogidos durante su vida: el verdadero amor de Lenin era la revolución.
Lenin y Krúpskaya se conocieron en San Petersburgo en una reunión de adeptos marxistas en 1894, el Grupo para la Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, que se disimulaba como una fiesta periódica de té y pastitas. En esa época, Lenin alternaba con varias jóvenes estudiantes -un patrón de comportamiento rapaz arquetípico del profesor universitario de izquierdas-, aunque fue con Krúpskaya, a la que años después se le ha reconocido un parecido con Scarlett Johansson en su papel de Viuda Negra, con la que mantuvo regularidad en las citas. Solía ir a su casa cada domingo para almorzar, y cuando se le mandó al exilio a Siberia, ella le acompañó. Se había enamorado, aunque el fuego de Lenin -si alguna vez se encendió- se extinguió entre las nieves de la tundra. 
En una carta conservada, ella ya detectó el distanciamiento. "Por las tardes no sabíamos cómo matar el tiempo. No nos apetecía quedarnos soportando el frío en aquella habitación fría e incómoda, así que íbamos al cine o al teatro". Pudiendo compartir la cama, optaban por ver comedias. La relación se mantuvo hasta la muerte de Lenin en 1924, pero fue más un vínculo programático e ideológico: Krúpskaya fue una fiel camarada que planificó el proyecto emancipador de la mujer obrera, un aspecto que a Lenin -que en ese aspecto era bastante burgués y carca- le daba un poco igual.

"ARDIENTE BOLCHEVIQUE"

La segunda mujer en la vida de Lenin fue una revolucionaria francesa, una "ardiente bolchevique" llamada Inessa Armand, con la cual el comunismo ensayó por primera vez la idea del poliamor. Lenin no abandonó a Krúpskaya, pero compartió lecho con Armand: hubo un triángulo amoroso tentacular -tendencia que llega hasta la España de hoy si creemos todo lo que se cuenta de la vida íntima en la cúpula de Podemos, que da para un culebrón juvenil al estilo de Elite, todo intercambio de novias y sospechas de cuernos-, y se mantuvo hasta 1920, cuando Armand falleció por el cólera. Los pocos apetitos de Lenin estaban saciados, la revolución consumada, y las únicas mujeres por las que se preocupó fue por unas prostitutas de Nihzi Nóvgord a las que ordenó fusilar en 1918.

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