Por Joaquín Villamizar
Historias del diamante
Hoy continuaremos hablando de la vida profesional del pelotero que quizás haya sido el más grande entre los nacidos en América Latina que jugaron en las Grandes Ligas, Roberto Clemente.
Historias del diamante
Hoy continuaremos hablando de la vida profesional del pelotero que quizás haya sido el más grande entre los nacidos en América Latina que jugaron en las Grandes Ligas, Roberto Clemente.
Después de ese doble juego inaugural que perdieron los Piratas con los Dodgers, en Pittsburgh, donde se vieron los primeros destellos del fenomenal jugador, los bucaneros fueron a jugar al Polo Grounds de Nueva York, la casa de los Gigantes.
El manager Fred Haney puso a Roberto en el right field y en el tercer puesto del orden al bate. La respuesta fue buena. En el segundo turno, frente al zurdo Don Liddle, disparó una línea entre el right y el center que Willie Mays no pudo alcanzar, aunque se lanzó de cabeza en un gran esfuerzo.
Clemente había salido del home como lo hizo siempre, a la mayor velocidad posible, de manera que cuando la bola comenzó a rodar, iba ya llegando a primera y en cruce a segunda. Mays se reincorporó y corrió hasta la barda, adonde llegó antes que el jardinero derecho, que había ido a ayudarlo. El tiro regresó raudo al segunda base, que hacía el relevo, pero ya Clemente había pasado por tercera y se desprendía hacia home. El slide comenzó a unos cuantos metros de la goma, violento y por fuera, huyéndole al receptor, quien ya tenía la pelota y estaba en búsqueda desesperada e infructuosa del cuerpo que llegaba.
“¡Safe!”, sentenció el umpire. Roberto con el uniforme ahíto de tierra, se levantó en trote al dugout. Lo aplaudían sus compañeros de equipo. Los fanáticos de las tribunas, imbuídos en silencio de frustración. Uno que otro se preguntaba: “¿Quién es ése? ¿Qué acabamos de ver? ¿De dónde salió ese galgo?”.
En todo el recorrido había invertido 19 segundos. ¡Sensacional! Era el primer jonrón de los 240 que lograría en su gloriosa carrera de bigleaguer.
Clemente dijo después: “Cuando pasé por segunda pensé que podía anotar, ya que aún Mays estaba de espalda en busca de la bola. Respeto muchísimo su buen brazo, pero para mí ya era hora de demostrar lo que puedo hacer con mis piernas”.
Esa tarde también conectó un hit, con el cual impulsó otra carrera. Además, por primera vez enseñó en las Mayores su arma más preciada y mortífera: la fuerza y la precisión de su brazo, al reventar a un corredor que salió en pisa y corre de tercera a home.
Sin embargo, los Piratas perdieron 12-3 y fue la sexta derrota de Pittsburgh en seis juegos.
Aún después de eso, el manager Haney, recargado de outfielders como estaba, utilizó a Clemente algunas veces en el centro y como primer bate, hasta que lo sembró definitivamente en el right y como tercero del orden. El piloto lo quería en el center, pero su equipo de coaches le insistió que lo dejara en el right, para aprovechar su poderoso brazo.
Clemente decía en esa época: “Una mañana, en el club house, mientras me uniformaba, Haney me preguntó si me sentía bien en el centro o si prefería otra posición. Le dije que simplemente quería jugar todos los días y que daría todo de mí. Que yo por jugar todos los días, jugaría hasta de coach. Pero, si me dejaba escoger, me quedaba en el rightfield. Así que desde el 29 de abril de 1955, Clemente se vio alineado como patrullero derecho y permaneció en esa posición hasta el final de la campaña.
En 1956 tuvo apariciones de emergencia como tercera y segunda base, pero después, hasta el final de su vida profesional, fue el rightfielder de todos los días en la alineación del club de los Piratas.
A media temporada en 1955, cuando los filibusteros terminaban otra serie en el Polo Grounds, un periodista de Pittsburgh, le dijo: “Has tenido una serie muy buena, tanto al bate como en el outfield. Me recuerdas a Willie Mays en su año de novato en 1951, ya que, como él, puedes batear con poder y para promedio, especialmente con corredores en base. Además, corres muy rápido, eres fino outfielder y tu brazo es inmensamente superior a la mayoría. Sí, sí, es que juegas como Mays”.
Sin inmutarse, pero enérgico, como lo fue siempre, él le respondió: “¡No señor! Perdone, eso no es cierto. Primero, él es centerfieldes y yo, right. Segundo, sólo juego como Roberto Clemente y él juega como Willie Mays”.
Por cierto, Roberto sentía especial respeto y gratitud por Mays. Una vez, dijo: “Willie Mays me ayudó mucho cuando jugamos juntos en Puerto Rico. No sólo me enseñó cómo perfeccionar la jugada defensiva al estilo cesta, sino que me aconsejó no permitirle a los pitchers que se sintieran superiores a mí. Que si me tenía que tirar al suelo por algún lanzamiento pegado, me levantara en seguida, que ni me limpiara el uniforme y tratara más que nunca de conectar bien. Me decía: ‘Demuéstrales siempre que eres Roberto Clemente’”.
Roberto era un perfeccionista del bate. Practicaba horas y horas, para no abanicar lanzamientos malos. Tenía una gran vista. Se exigía mucho a sí mismo. Manny Sanguillén, su compañero en Pittsburgh, decía: “Era muy dificil que abanicara un pitcheo fuera del home. Eso parecía imposible. Todos le hacíamos swing a bolas malas, hasta los mejores bateadores”. Y cuando lo ponchaban, tendía (al comienzo de su carrera) a encolerizarse, y entonces lanzaba el casco con fuerza contra la tierra. Por eso, los dañaba, los destruía.
Cuando rompió el tercer casco, el manager Haney lo llamó y le dijo: “Roberto... primeramente, entre tus ocupaciones aquí no figura esto de romper los útiles del club. En segundo lugar, los cascos no son tuyos, sino de la organización. Por eso, te voy a cobrar 25 dólares por los 3 cascos que has roto y de ahora en adelante, pagarás 10 dólares por cada uno que dañes”.
En lo que quedaba de temporada de ese año rompió 22 cascos por los cuáles le descontaron del sueldo 220 dólares.
Clemente apareció durante su primera temporada en 124 de los 154 juegos del calendario de juego de entonces, y consumió 474 turnos al bate con promedio de .255, más 5 jonrones, 11 triples, 23 dobles, 47 empujadas y 48 anotadas. Fue el primero de sus 18 años en Grandes Ligas, durante los cuáles estuvo en 11 Juegos de Estrellas, quedó como líder de los bateadores en 4 oportunidades y en 13 campañas terminó con .300 o más de promedio al bate. Su promedio final fue .317.
La próxima semana seguimos con esta fascinante historia de Roberto Clemente. Es historia, amigos.
Fuentes: Cinco mil años de beisbol por Juan Vené.
Joaquín Villamizar
Fuentes: Entrevista con Roberto Clemente, The Pittsburgh Tribune, julio 21,1955, por Keith W. Crow. Clemente, The Passion and Grace of Baseball’s Last Hero, por David Maraniss. Bruce Markusen: "Roberto Clemente, The Great One". "Cinco mil años de béisbol", por Juan Vené.
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