sábado, 11 de julio de 2020

Si todo en la vida se vuelve digital, ¿hay riesgos?


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Al mejor estilo del capítulo “Caída en picada” (2016) de la serie de Netflix Black Mirror, en el que se muestra una sociedad donde el comportamiento digital de las personas determina el empleo que tienen, la casa en la que viven y otras oportunidades de vida. Así, algunos plantean los riesgos de un futuro en el que la definición de quién es cada persona podría estar marcada por lo digital: sus relaciones, trabajo, gustos, documentos civiles, etc.

La transformación digital, dice un estudio publicado en abril por la consultora International Data Corporation, ha sido una de las áreas impactadas positivamente por la pandemia de la covid-19. Durante la cuarentena se aceleró el saltó a la educación en línea, el teletrabajo, el uso de comercio electrónico, la telemedicina y la digitalización de procesos que antes se hacían en papel y ahora se optimizan por medio del big data, la inteligencia artificial e Internet.

Desde mayo del año pasado, una investigación de la consultora McKinsey Global Institute resaltó 10 ventajas y oportunidades de las empresas y gobiernos que son cada vez más digitales (ver Informe). Sin embargo, hay algunos riesgos que son la otra parte de la cuarta revolución industrial y que algunas personas alertan desde ya.

¿Se abrirán más brechas?

Dakota Gruener es fundadora de la ONG ID2020, una organización que busca que las personas que no tienen una identificación oficial (como los habitantes de la calle) tengan acceso a crear una identidad digital segura y fiable. Esta idea nace de ver la tecnología como una herramienta útil; sin embargo, Gruener, que fue incluida el año pasado en la lista de Forbes de los 30 emprendedores sociales menores de 30 años, dice que la digitalización de la identidad tiene más riesgos que ventajas. Ella lo mira solo desde la relación de los ciudadanos con los gobiernos.

En su charla Ted Identidad digital, sopesando los riesgos del mal uso y la falta de uso, que dio el año pasado en Marruecos, explica que, en parte, alguien tiene una identidad digital cuando los documentos que sirven para comprobar su identificación (como su número de cédula, pasaporte, licencia de conducción, registro civil), dejan de estar en un papel en sus manos y pasan a una pantalla y un sistema informático.

El problema de que eso suceda, dice ella, es que cada vez más organizaciones van a exigir que las personas tengan su información digitalizada, abriendo una brecha de oportunidades para acceder a trabajos y estudio, y dejando atrás a poblaciones que históricamente no han tenido acceso a Internet ni alfabetización tecnológica.

Otro riesgo lo cita el investigador en comunicación digital Fernando Castro, y pone como ejemplo el sistema de “crédito social”, que fue lanzado en 2018 en algunas ciudades de China.

Según se relató en su momento en la página web de la Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo de China, el sistema se llama “Zhima Credit” y está en la aplicación de pagos electrónicos Alipay. Ahí, cada ciudadano tiene un puntaje que va de 350 (ese número hace que el gobierno lo incluya en una lista negra) a 950 (se considera un excelente ciudadano). La calificación la da un algoritmo cruzando datos de su comportamiento ciudadano basado en las cámaras de vigilancia de la ciudad, sus hábitos de pago e incluso los artículos que compran.

Los “buenos ciudadanos” tienen descuentos para hacer compras y los “malos” no tienen autorización ni siquiera para salir de su ciudad. “Los totalitarismos, el control y la pérdida de libertades ciudadanas son otro riesgo de la digitalización de la identidad ante los gobiernos”, enfatiza Castro.

Camino hacia la virtualidad

El consultor en transformación digital Santiago Villegas-Ceballos explica que hay diferencia entre digitalizar y virtualizar. Lo primero es usar medios tecnológicos para que la información deje de ser análoga y comience a ser medida, que es un poco lo que sucede con el sistema de crédito social en China y las identidades civiles completamente digitales. Por otro lado, la virtualización es la experiencia que se vive en lo cibernético gracias a Internet. Eso aplica a la educación en línea, la relación con jefes en el trabajo remoto y hasta las relaciones interpersonales. Él explica que el balance se debe dar entre la transformación digital, que se aceleró en la pandemia, y la experiencia de la virtualidad.

“Entre más alfabetizadas digitalmente estén las personas, más van a poder controlar la transformación de los medios análogos a los digitales”, señala. Mientras llega un futuro donde la información sea completamente digital, el llamado es a mejorar esas habilidades virtuales para aprender a controlar ese entorno n

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