PABLO GARCÍA
Habrás oído alguna vez que el ciclista Miguel Induráin tenía muy bajas pulsaciones en reposo. Este dato es verídico y es una consecuencia más de las adaptaciones de nuestro corazón a la práctica deportiva.
Estas adaptaciones son progresivas y dependen del tipo de entrenamiento, pero también de las características propias del deportista. Se tienen que valorar con cuidado para no confundirse con cambios debidos a enfermedades del corazón.
En general, la actividad física hace nuestro sistema circulatorio más eficiente y no solamente reporta beneficios a nivel cardíaco sino a nivel de nuestros músculos, articulaciones y otros órganos como riñones y cerebro.
Pero también, por otro lado, la actividad de alta intensidad, propia del profesional, presenta una serie de riesgos a corto y largo plazo, como veremos a continuación.
Cambios en el ritmo cardíaco
Un hallazgo frecuente en el deportista es la detección de bradicardia, es decir, pulsaciones por debajo de 60 latidos por minuto. El entrenamiento continuado hace que predomine el sistema nervioso parasimpático sobre el simpático.
El simpático actúa de forma refleja en situaciones de estrés provocando taquicardia y aumento de la presión arterial. En este caso podemos considerar el deporte como un buen antihipertensivo natural ya que favorece justo lo contrario.
También hay cambios no solo en lo rápido que se generan los impulsos eléctricos, sino en su transmisión. Eso da lugar a cambios en el electrocardiograma, como bloqueo de rama derecha o prolongación del intervalo PR, que no son patológicos, pero que pueden llamar la atención en reconocimientos.
Además, puede aparecer una arritmia benigna, llamada arritmia sinusal, o arritmia respiratoria. Con la inspiración aumentan las pulsaciones y con la espiración disminuyen. Esto es señal de lo bien coordinado que está el corazón con los estímulos respiratorios en las personas entrenadas.
Cambios en la estructura del corazón
El corazón se va adaptando poco a poco a situaciones en las que aumenta la presión de la sangre o el volumen con el que se llenan sus cavidades. Puede alargar sus fibras dilatándose, o engrosarlas, que es a lo que llamamos hipertrofia. Al conjunto de cambios en la forma del corazón, en respuesta a cambios de presión o volumen, es a lo que llamamos remodelado.
El remodelado del deportista clásicamente se ha dividido en dos grupos, según predominase la dilatación o la hipertrofia. No obstante, en todas las personas entrenadas aparecen los dos tipos de remodelado en mayor o menor medida.
En los corazones de personas con algunas enfermedades aparece hipertrofia pero suele ser mayor que la del deportista. Además el corazón del deportista es más elástico, sus fibras se relajan mejor. Por eso bombea mucha más sangre por minuto sin que apenas aumente la presión dentro de las cavidades.
La dilatación permite al corazón aumentar el volumen que empuja con cada latido, por lo que necesita latir menos veces por minuto para hacer el mismo trabajo. O sea, que es más eficiente.
Además, el músculo del corazón está mejor nutrido de vasos sanguíneos por lo que es más resistente a los infartos. En los corazones enfermos aunque haya más hipertrofia, la proporción entre músculo y estas tuberías es menor, por lo que son menos resistentes.
Cambios fuera del corazón
Existen otros cambios fuera del corazón que son beneficiosos. Aparte de aumentar el número de vasos sanguíneos en el corazón también lo hace en nuestros músculos, haciéndolos más resistentes a la fatiga.
No solamente actúa a nivel muscular sino también aumentando el riesgo sanguíneo en otros órganos como el riñón o el cerebro. Además se movilizan los depósitos de grasa, cambiando la cantidad y la calidad de la grasa corporal.
La grasa también se deposita también menos en los vasos sanguíneos. Se reducen las placas de ateroma, porque se reduce la producción de colesterol y con ello su depósito en las arterias.
Riesgos del deporte de alto nivel
Está claro que la actividad física regular de intensidad al menos moderada tiene una serie de beneficios para la salud. Reduce la aparición de depresión, ciertos tipos de cáncer, mejora el balance entre colesterol bueno y malo, etc. No obstante, cuando hablamos de ejercicio de muy elevada intensidad, aparte de las temidas lesiones, pueden aparecer una serie de alteraciones cardíacas.
Está bien documentado el aumento del riesgo de padecer una arritmia llamada fibrilación auricular. En el deportista las cavidades se hacen más grandes. Esta arritmia se origina en las aurículas, sobre todo cuando están dilatadas, lo cual explicaría su frecuencia. Provoca un ritmo cardíaco irregular como la arritmia sinusal, pero en este caso sí necesita evaluación más detenida.
Otro tipo de arritmias que pueden aumentar en el deportista de alto nivel son las arritmias ventriculares, que son arritmias que pueden llegar a parar el corazón o hacer perder el conocimiento. De base puede encontrarse una enfermedad llamada miocardiopatía arritmogénica. Sin embargo, también aparecen en corazones de deportistas de alto nivel sin esta condición.
Por último, en deportistas de alto nivel se ha visto un aumento de alteraciones en los vasos sanguíneos coronarios cuando hacemos pruebas de imagen. Son sobre todo calcificaciones, que suelen aparecer tras lesiones coronarias antiguas.
Este último hallazgo es controvertido porque podría ser que estas calcificaciones en las arterias del deportista ejerciesen un efecto protector frente a los infartos.
Conclusiones
El corazón del deportista de alto nivel presenta una serie de adaptaciones que lo hacen más resistente y más eficiente. Estas adaptaciones pueden dar lugar a confusiones en los reconocimientos, al confundirse con enfermedades del corazón, por lo que deben analizarse con cuidado.
Los cambios se producen también fuera del corazón, en los músculos y otros órganos, siendo el deporte un buen antihipertensivo y un buen antigrasa.
La actividad física de alto rendimiento puede conllevar paradójicamente una serie de complicaciones. No obstante, eso no debe disuadirnos de aconsejar al mayor número de personas posible la práctica de ejercicio de intensidad, al menos moderada, de forma regular.
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