martes, 3 de noviembre de 2020

Simone de Beauvoir y su "querida inseparable": la confesión de un amor adolescente

 


Sale a la luz la novela íntima que la escritora no quiso publicar: 'Las inseparables' (Lumen), dedicada a su amiga Zaza, a la que conoció en el colegio y que falleció a los 22 años. Una 'nouvelle' de autoficción que edita su hija adoptiva Sylvie Le Bon

Simone de Beauvoir en una imagen de archivo.
Simone de Beauvoir en una imagen de archivo.

Sus profesoras las bautizaron como las inseparables. Así firmaba la pequeña Simone, con sólo 12 años y en tinta violeta, las cartas que enviaba a su amiga Zaza, en las que le preguntaba si había cogido moras en verano. Esa inocente amistad infantil se transformó en una pasión amorosa -y en la primera herida de amor adolescente- que Simone de Beauvoir consagró en sus memorias y en una novela inédita, sin título. Una novela que no quiso publicar y que escribió justo después de Los mandarines (1954), la obra que le valió el Premio Goncourt (en la que, por cierto, ya suprimió un pasaje dedicado a Zaza).

La hija adoptiva de la escritora y su albacea literaria, Sylvie Le Bon de Beauvoir, saca esta íntima nouvelle del olvido y, más de 60 años después, la edita bajo el título de Las inseparables (Lumen), acompañada de fotografías de Zaza (Élisabeth Lacoin) y Simone, así como de algunas de sus cartas. «Simone de Beauvoir era muy crítica y severa con su obra. En esta época tenía una duda literaria: quería pasar a la autobiografía. Desde ese punto de vista, esta novela no la satisface. Quería hablar de sí misma y se encuentra haciendo un desvío para hablar de su amiga Zaza. Aunque la descartó, la conservó toda su vida. En cambió destruyó otros muchos escritos», explica Le Bon de Beauvoir desde París, en una de las escasas entrevistas que concede.

Se ha dicho que su pareja, el filósofo Jean-Paul Sartre, tuvo mucho que ver en la decisión de no publicar Las inseparables, pero Sylvie Le Bon lo desmiente: «Absolutamente no. Sartre y Beauvoir lo compartían todo y él sabía muy bien que su proyecto literario era autobiográfico». Aunque Las inseparables se viste de ficción (Zaza es Andrée y Simone es Sylvie), este inédito añade una mayor complejidad a la figura de Beauvoir. Si en sus Memorias de una joven formal (1958) habla de Zaza constantemente («cuando ella aparece, se ilumina el mundo», recuerda Le Bon), no lo hace con el arrebato pasional de esta nouvelle, que es la de un primer amor lésbico: «Me daba cuenta de pronto, con asombro y alegría, de que el vacío de mi corazón, el sabor taciturno de mis días, no tenían sino un motivo: la ausencia de Andréé», escribe Beauvoir.

Entre traducciones de latín, sentadas bajo una higuera, en un columpio de la casa de campo... Zaza y Simone (o Andrée y Sylvie) siempre están juntas. Hasta que una tarde cualquiera, en la cocina, la Sylvie adolescente se confiesa mientras beben aguardiente de cerezas y esperan a que el bizcocho se hornee. Andrée habla del amor de un chico y Sylvie, indignada, le dice: «¿Y yo? Lo primero era usted. Habría renunciado a todo para no perderla». No hay mayores transgresiones en la novela:un amor entre chicas es absolutamente inimaginable en el círculo conservador y católico del que ambas proceden. «Muchas veces Beauvoir dijo que en su adolescencia se sentía encerrada en una jaula», señala Le Bon.

Las inseparables viene a ser una suerte de educación sentimental: de cómo una niña de nueve años se siente fascinada -«subyugada», en palabras de Le Bon- por su nueva compañera de clase, la rebelde, la única que rivaliza con ella, la única con la que puede hablar. Pero el contexto de Zaza pesa demasiado:las rígidas normas de su familia burguesa y el catolicismo exacerbado se transforman en una prisión. Mientras Simone se va liberando de los corsés sociales, Zaza permanece encerrada en una vida ya decidida, abocada a un matrimonio de conveniencia y a los hijos. Un mes antes de cumplir los 22 años, Zaza muere de forma trágica: una encefalitis vírica según los médicos.

«De adolescentes sus destinos estaban ligados. La muerte de Zaza conmocionó a Beauvoir. Llegó a decir que la había asesinado su medio social, que fue una mujer masacrada por su clase y la religión. Zaza fue clave en la evolución de Beauvoir y en su combate contra las ideas y prejuicios», señala Le Bon. El recuerdo de Zaza también se proyectó sobre el canónico manifiesto feminista El segundo sexo (1949), donde Beauvoir «parte de lo particular a lo genérico para analizar el rol y las desigualdades de la mujer», añade Le Bon, que conoció a Beauvoir, 33 años mayor que ella, cuando ella misma era estudiante de Filosofía.

Entre el legado de Beauvoir, además del epistolario, aún quedan «tres o cuatro novelas de juventud, algunas muy interesantes aunque no estén del todo terminadas, a diferencia de ésta», explica Le Bon, que ha añadido a esta edición la última carta que Beauvoir envió a Zaza, apenas 10 días antes de morir. «Zaza ya estaba muy enferma y seguramente no pudo leerla», cuenta. Aunque no era en tinta violeta, la despedida de Beauvoir: «Sigo unida a usted en este momento más que nunca, querido pasado, querido presente, mi querida inseparable».

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