Mientras esperamos el cumplimiento de las promesas de Dios, podemos regocijarnos en su presencia hoy.
Sofonías tenía que dar malas noticias a Judá. Debido a sus pecados, en especial el pecado de adorar ídolos falsos, se avecinaba un día de gran juicio. En aquel tiempo, dijo el profeta, Dios juzgaría a sus enemigos, pero su ira también devastaría a la nación que amaba (Sof 1.4-9).
Sin embargo, en el versículo 16 del capítulo 3, Sofonías utiliza la misma frase —“en aquel tiempo”— para prometer un día de renovación. Dios les anima a alegrarse, incluso mientras esperan y soportan un tiempo de sufrimiento. Como hacen los demás profetas, Sofonías vincula el llamado a la alegría con la presencia fiel de Dios entre su pueblo. Enfrenten lo que enfrenten, Él estará con ellos. Tienen enemigos y se sienten abandonados, pero Dios es “un guerrero victorioso” que “se regocijará por [ellos] con cantos de júbilo” (Sof 3.17).
¿Y qué hay de nosotros? También esperamos un mundo restaurado, en el que nuestra comunión con Dios no terminará nunca. El escritor de Hebreos ve al Señor Jesucristo como nuestro ejemplo de trabajo gozoso mientras “corramos con perseverancia” hacia esa meta (He 12.1). Consideremos al Señor, escribe, que sufrió la cruz “por el gozo puesto delante de él”, el de sentarse en comunión con el Padre (He 12.2). Puesto que esperamos esa misma bendición, ¡podemos dejar a un lado el miedo y regocijarnos!
Biblia en un año: Joel 1-3
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