HAY HOMBRES QUE LLEGAN PARA REPARAR.
Y entonces, hacen su diagnóstico precoz.
Te miran y te detectan.
Desembarcan en tu pequeño mundo como Colón en América. Pero no te conquistan. Ni te saquean. Ni te engañan.
Ellos sólo traen amor en frasquitos. Y hacen lo que tienen que hacer por ti. Por tu Alma. Por tu dolor.
Por las ganas que tenías de encontrarte algo distinto en la vida. Hay hombres que saben. Aún sin saber. Aún sin sospechar.
Aún sin ser completamente concientes de la importancia que tienen. Saben con otra sabiduría. Sonríen con otras sonrisas.
Dicen con otras palabras. Hacen magia. Hay hombres así. Te lo juro. Los he visto. Los conozco. Los miro actuar.
De lejos o de cerca. Los admiro. A veces, me dejo emocionar con ellos.
Porque ellos tienen arte en las manos. Ellos te abren por el medio. Y tu no desconfías ni un segundo.
Porque ellos son amigos. Pero no son amigos comunes. Son amigos raros. Son amigos de otros lados. Son compañeros de estrella.
Llegan. Hacen. Dicen. Miran. Ven. No siempre vas a gustarles. No siempre te van a amar como quieres que te amen.
No siempre vas a amarlos como quieren que los ames. Es otra cosa. Otra cosa. Van a llegar para cumplir con el destino.
Van a llegar para mejorarte la vida un rato. Para devolverte un favor de algún tiempo. Para firmar un pacto. Porque ellos son otra cosa.
Más profunda. Más extraña. Más capaz de quedarse dentro tuyo. Porque estos hombres vivirán en esos lugares donde tu no permites entrar a nadie.
Porque tu te quedarás adentro de ellos como una chica que se queda mirando el mar en la playa de noche.
Hay hombres que llegan para reparar a las mujeres que reparan. Porque nacieron para eso. Para curar a las que curan.
Para sanar a las que sanan. Porque somos compañeros. Amados. Amantes. Amorosos.
Y cuando dos compañeros así de bonitos se chocan, se juntan, se entrelazan, se aman a su manera, el universo festeja.
El universo agradece y tú también.
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