lunes, 17 de noviembre de 2025

Qué significa "Vivere est cogitare": la frase del filósofo romano Cicerón para llevar una vida con sentido

El filósofo y abogado romano Cicerón nos dejó una valiosa lección de vida: ‘Vivere est cogitare’



El filósofo romano nos dejó una gran lección de vida. Que vivir sin reflexionar no es vivir, porque solo por medio del pensamiento podemos alcanzar la virtud.

CELIA PEREZ LEON / CORPOMENTE

Marco Tulio Cicerón fue un personaje, cuanto menos, curioso. En cualquier facultad de filología aparece su nombre, porque sus textos en latín son una puerta de entrada fantástica al estudio de esta lengua. Era un gran defensor de aquel idioma que usaba en su labor como abogado, sin despreciar por ello la que era la lengua culta de Roma: el griego.

Pero su labor como abogado y defensor del latín no fueron sus únicas ocupaciones. Cicerón fue una prueba viviente de que, por medio de la razón, la lógica y el pensamiento se alcanzan las más elevadas virtudes. Y de ello, al fin liberado de su papel como abogado, escribe al final de su vida en sus Disputas Tusculanas, en las que resume su visión de la filosofía y nos deja la más importante de todas las lecciones: vivere est cogitare.

‘VIVERE EST COGITARE’

Casi empezamos por el final si abordamos con premura una de sus frases más célebres: ‘vivere est cogitare’. vivir es pensar. Estas tres palabras aparecen reflejadas en el libro V de sus Disputas Tusculanas que, por cierto, dirige a Marco Junio Bruto, uno de los más célebres asesinos de Julio César.


Vivir es pensar. Esa es la conclusión a la que Cicerón llega en un texto en el que repasa todo lo heredado de anteriores pensadores, como Epicuro, Aristóteles, Sócrates o Platón. Recorriendo a través de cinco libros sus ideas, llega a su máxima. Su conclusión más elevada: vivir es pensar. Pero, ¿qué significa esto? Para comprenderlo, debemos volver al principio.

PERDER EL MIEDO

El ser humano vive asustado, nos explica Cicerón en su primer libro. Y lo está porque teme a la muerte. Su temor, sin embargo, nace precisamente de la irreflexión. Esta es la primera defensa del filósofo romano a favor del razonamiento.

La muerte no debería asustarnos, afirma el pensador, porque, de hecho, puede ser incluso un bien. Si el alma sobrevive, expone, será feliz tras la muerte. Y si no, entonces el no existir significa no poder sentir infelicidad ni ningún otro mal. Por tanto, ningún mal se esconde tras la muerte. El mal reside en no pensar en ella, en no reflexionar sobre su significado.


ACEPTAR EL DOLOR

Abordado el miedo más oscuro del hombre, la mayor causa de infelicidad de la humanidad, Cicerón avanza en su Libro II para hablar sobre otro de los grandes males: el dolor.

Cicerón defiende, como hicieron otros pensadores antes que él, que la filosofía “cura todos los males”. El pensamiento reflexivo es la mejor herramienta para soportar las adversidades.


Algo similar heredaríamos del pensamiento budista desde oriente, donde el Buda elaboraba su teoría del dardo. “El ser humano es el único animal que sufre dos veces”, diría el Iluminado, “porque siente el dolor del dardo y, acto seguido, se lamenta por haberlo recibido”.

Tanto el pensador romano como el líder espiritual oriental convienen en un hecho innegable: el mayor de los sufrimientos nace siempre de la mente. Cualquier dolor puede superarse si se domina el pensamiento.


LA MEDICINA DEL ALMA

Si el pensamiento puede ayudarnos a hacer frente a la muerte y al dolor, no debe quedar duda alguna de que es “la medicina del alma”, explica Cicerón.

Sin embargo, el ser humano parece haberse concentrado más en sanar el cuerpo que la mente, reclama el filósofo. Y es un gran error. Desde su perspectiva, para sanar las enfermedades del alma (la envidia, el vicio, la ira, el dolor, la tristeza, la ambición), tan solo necesitamos filosofía. Porque solo quien es verdaderamente sabio puede evitar caer en dichas aflicciones, manteniéndose firme ante los infortunios y las pasiones.


Es el suyo un pensamiento estoico. Esta rama de la filosofía recomendaba a sus adeptos evitar dedicar demasiado tiempo a intentar controlar lo exterior, para, en cambio, aprender a controlar el interior. Diría Séneca, nacido 47 años después de la muerte del abogado romano, que “no son las contrariedades lo que debe desearse, sino el coraje para soportarlas”.


SOMOS LO QUE PENSAMOS

El pensamiento, para Cicerón, podía ser a partes iguales el origen del bien y del mal. Si podía ser la medicina del alma cuando nacía de la virtud, el juicio erróneo podía convertirse en veneno.

Esta idea es también muy estoica. La rescataría más de una década después el emperador romano Marco Aurelio, que escribió en sus Meditaciones: “La felicidad de la vida depende de la cualidad de los pensamientos; por tanto, vigila estos y no permitas ninguno que sea inadecuado a la naturaleza de un ser racional y social”.

Pero ¿hacia dónde debía dirigirse entonces el pensamiento? El estoico abogado romano lo tenía muy claro: hacia la virtud.


PENSAR ES VIVIR

 Si vivir es pensar, pensar es vivir. Y quien bien piensa, bien vive. Por eso para Cicerón, como lo fue también para otros estoicos que vivieron antes y después de él, la virtud era el centro de todo.

Cuando no sepas qué decisión tomar, cuando la mente se incline hacia pensamientos oscuros, elige la virtud. ¿Y qué es la virtud? Para Cicerón, como para el resto de estoicos, la virtud se rige según cuatro puntos cardinales:

  • Sabiduría, que implica el conocimiento y la habilidad de tomar decisiones correctas. De discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, lo que podemos controlar y lo que no.
  • Justicia, considerada la virtud fundamental, relacionada con la equidad y el deber hacia la sociedad.
  • Valentía, la capacidad de perseverar y actuar con coraje cuando las circunstancias lo requieren.
  • Templanza, el autocontrol, la moderación de en los deseos y las acciones. La capacidad de dominar las emociones y regirse por la razón.

VIVIR ES PENSAR

Las palabras de Cicerón nos invitan a vivir una vida con virtud, asegurándonos que solo eso basta para ser felices. José Carlos Ruiz, filósofo contemporáneo, rescata esta misma idea en una entrevista que concede a ‘Cuerpomente’. “Kant decía que la felicidad era el proceso que te acompaña a lo largo de la vida, cuando tratas la vida con virtud”, afirma el pensador.

Fue Kant, precisamente, quien rescató otra importante proclama latina: ‘Sapere aude’. Atrévete a conocer.

Y es que vivir sin pensar, no es vivir. El ser humano recibió el don del pensamiento, y con él, el deber de reflexionar. Porque solo por medio de la reflexión podemos liberarnos de los grandes males y descubrir que, en el fondo, es la virtud lo que nos guía a la felicidad. Ir a dormir cada noche sabiendo que hicimos lo mejor que pudimos es la más excelsa de las satisfacciones.



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