| La felicidad, como emoción y resultado de una vida, no puede ser fingida. |
Jorge Luis Borges, el escritor de las verdades incómodas: "Se pueden fingir muchas cosas en la vida, incluso la inteligencia, pero hay una cosa que no se puede fingir"
La felicidad no puede fingirse, decía el escritor Jorge Luis Borges. Él, que era famoso por sus laberintos literarios, encontró y demostró con sus palabras una verdad tan poderosa, que podría cambiarte la vida.
El sentido nos hace asentir al escuchar las palabras de Borges, pero la psicología contemporánea lo confirma. Estudios realizados sobre la disonancia emocional muestran que cuanto más intentamos simular estados afectivos que no sentimos, mayor es el desgaste emocional interno.
El psicólogo Daniel Wegner lo llamó “efecto rebote”. Cuánto más luchamos por aparentar algo, más emerge lo que realmente sentimos. No es casualidad que tantas personas describan una profunda sensación de vacío tras intentar actuar como alguien feliz, cuando pasan por un mal momento. La felicidad social, añadiría Byung-Chul Han, aquella que se espera, se exige y se celebra, se ha convertido en una obligación que nos aleja de toda realidad.
Borges ya lo percibió con su sabiduría de escritor, y lo dejó retratado en estas palabras. Él, que jugó con espejos, identidades y dobles, sabías mejor que nadie que las máscaras pueden ser herramientas literarias, pero malas compañeras en la vida. Cuando escribía sobre laberintos, quizá, estaba hablándonos también de nuestros propios enredos internos: ese recorrido confuso entre lo que mostramos y lo que sentimos de verdad
EL SIGLO XXI: LA ERA DE LAS MÁSCARAS
Fingir no es una tendencia moderna, pero es indudable que en el siglo XXI está de moda. Ahora disponemos de un escaparate abierto al mundo. Elegimos cuidadosamente qué versión de nosotros se verá reflejada, y fingimos que lo demás no existe. Y sin darnos cuenta, nos alejamos de la verdadera felicidad.
Porque sí, la felicidad también está construida con la tristeza. El dolor, el sufrimiento y la pena son necesarias para construir una verdadera felicidad, que solo reluce en el contraste. Solo entendemos la vida cuando sabemos que vamos a morir
Pero en esta época obsesionada con la pantomima, con los likes, los seguidores y los filtros, ¿cómo conectamos con la verdad? ¿Cómo dejamos de fingir en un mundo en el que nadie quiere enfrentarse a lo oscuro, a lo sucio, a lo doloroso? Echando la vista atrás para conectar con lo que otros nos enseñaron.
UN VISTAZO AL PASADO
“Quien vuelve los ojos a los clásicos avanza a hombros de gigantes”, asegura el filósofo Jorge Freire en su libro Hazte quien eres. Porque las enseñanzas de los filósofos, de los escritores, de los pensadores del pasado, siguen resonando con el presente.
En esto de fingir y pretender que la tristeza no forma parte de nuestra vida, pueden darnos una importante lección los estoicos. Y es que estos pensadores griegos y latinos sabían a la perfección que pretender que las adversidades no llegarán es la fórmula perfecta para el fracaso.
Al contrario, los estoicos nos recomendaban practicar la incomodidad, aceptarla como parte inefable de la vida, y saber que, tarde o temprano, aparecerá en nuestra vida. Y que, de hecho, será cuando las cosas se pongan feas cuando sabremos realmente de qué pasta estamos hechos. Este es el único camino hacia el autoconocimiento, hacia la autenticidad.
Queda, por tanto, una sola tarea. Aceptar la lección de Borges y saber que fingir no solo no nos hará felices, sino que nos aleja de la verdadera felicidad. Y así, sabiendo que no hay felicidad, sino aquella que se encuentra a través del autoconocimiento, podremos abrazar todo el amplio abanico de emociones que la humanidad nos ofrece.
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