viernes, 1 de febrero de 2019

La arquitectura de la corona larense

Ildemaro Vargas, llegado de Anzoátegui



Es difícil no ver como cardenaleros de pura cepa a los peloteros que le dieron al Lara su quinto título en la LVBP. Pero la verdad es que buena parte del roster de los campeones fue adquirido en los años, y cada pieza fue ajustándose para formar la gran maquinaria que dominó la liga.

Veamos la rotación. Entre los cinco hombres que abrieron desde la semana inaugural está el cubano Jorge Martínez, que vino a su tercera zafra y ha sido siempre uno de los más votados en el Premio Carrao Bracho al Pitcher del Año. Pero también estuvieron Raúl Rivero, Néstor Molina, Williams Pérez y David Martínez.

Los dos primeros son producto de la organización. Pérez, en cambio, llegó de Caribes en junio de 2016, junto con Kendy Batista, a cambio de José Celestino López, Jesús Solórzano y Roberth Fernández. Y Martínez, originalmente de los Navegantes, llegó en abril de ese año junto con Jesús Sánchez y Alí Sánchez, por Félix Hernández.

Varios de esos peloteros no han visto acción en el circuito o apenas han jugado. En cambio, los crepusculares sumaron dos brazos que han sido parte regular de su cuerpo de iniciadores, además de un Sánchez que ha tenido momentos importantes desde el bullpen.

En ese cuerpo de relevistas, por cierto, hubo ocho apagafuegos de estupendo desempeño en la postemporada. Dos de ellos nacieron fuera de país, Ryan Kelly y Ricardo Gómez. Pero entre los criollos, más allá de Sánchez, sobresalieron Felipe Paulino y Alexis Rivero, llegados también de otras latitudes.

Paulino fue tomado de los Bravos, por el catcher Gabriel Lino, en noviembre de 2017. Rivero fue la presa que las Águilas entregaron por Jesús Montero, 12 meses después. Ambos lanzaron de manera impecable en enero (el segundo, incluso, lo hizo desde que se puso el uniforme larense).

El receptor que guio esos pitcheos fue Francisco Arcia. Fue parte de los Tigres hasta marzo, cuando fue cedido por el monticulista Jhondaniel Medina. Este último fue una promesa cumplida a medias en la tropa Cardenal, y su ausencia fue cubierta con creces por sus demás colegas. Arcia, a su vez, recibió todos los innings de los playoffs, menos en uno.

Ildemaro Vargas, chispa ofensiva, primer bate indiscutible y bastión defensivo en la intermedia, fue adquirido junto con Víctor Acosta, entregados ambos por Anzoátegui en la transacción que involucró a Hernán Iribarren.

Carlos Rivero, la roca de la tercera base, pasó del Caracas a Margarita y finalmente a su actual novena. Es barquisimetano y tiene más tiempo que los otros “recién llegados”, pero igual vino de afuera, en junio de 2014, procedente de los insulares, junto a César Hernández y a cambio de Luis Jiménez y Mario Martínez.

Pero hay más. El ahora serpentinero Elvis Escobar, ex jardinero, de gran desempeño como especialista zurdo, firmó originalmente con Aragua, que lo cedió a los occidentales junto con Josué Castellano, por Guillermo Quiroz. Y Anthony Jiménez, patrullero de muy buen desempeño en diciembre, pasó del Zulia al estadio Antonio Herrera Gutiérrez en el convenio que involucró a siete jugadores en mayo de 2017, incluyendo al veterano Jairo Pérez.

Hay equipos que se construyen desde adentro. Cardenales, en cambio, es un ejemplo de lo mucho que puede beneficiarse una escuadra con acertadas compras en el mercado.

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Columna publicada en El Nacional, en su edición digital del viernes 1° de febrero de 2019. No pudo circular en papel debido a las restricciones que sufre la prensa venezolana.

Ignacio Serrano

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