miércoles, 7 de agosto de 2019

FUMAR ¿QUE TAN MALO ES?

Fumar o no fumar, una polémica contemporánea sobre un vicio viejo
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¿Para comenzar a leer esta revista ha prendido usted un cigarrillo? ¿De hecho está usted fumando en este momento? Pues bien, cuando usted termine de aspirarlo puede haber perdido cinco minutos de vida.
Si usted es un fumador "teso" seguramente la siguiente escena matinal le es familiar: suena el despertador. 
Es el primer ruido de la mañana. El segundo será su propia tos. Es posible que cuando aún no haya terminado de carraspear, esté prendiendo el primer cigarrillo del día. Y no pensará en afeitarse y en bañarse hasta tanto no haya aspirado con profunda satisfacción ese cilíndrico objeto blanco. 
Después viene el desayuno y, para rematarlo, mientras ojea el periódico, habrá prendido el segundo cigarrillo del día. Durante el resto de las 16 horas o más en que usted está levantado, puede llegar a consumir dos o más cajetillas de cigarrillos, pero sólo habrá disfrutado realmente de unas pocas aspiradas. Si ha fumado durante 10 o más años, seguramente habrá intentado dejar el cigarrillo varias veces e incluso en algunas oportunidades habrá logrado la hazaña de una abstinencia de semanas e incluso de meses. Pero ha vuelto a reincidir.
Creer que ésta es una neurosis más de las que aquejan al hombre del siglo XX es incurrir en un error. Usted es solamente uno de los millones de personas que en el mundo entero se preocupan no solamente por el trabajo, la familia, los amigos, el amor y la política, sino también por su adicción aparentemente incurable al cigarrillo.
De acuerdo con las estadísticas, en los Estados Unidos cerca de un cuarto de la población fuma y una sexta parte--cerca de 37 millónes de personas--, mueren prematuramente por su causa. Esto significa que, cada dos minutos, probablemente cinco adolescentes en los Estados Unidos estarán empezando a fumar (el porcentaje de fumadores entre 12 y 14 años ha crecido ocho veces desde 1968).
En Colombia, una encuesta realizada en las grandes ciudades por INVAMER, revela que el 37.9% de las personas mayores de 18 años fuma habitualmente y que, de ellas, los hombres fuman más que las mujeres (43.7% de hombres frente a 32.1% de mujeres). 
Por otra parte, la encuesta demuestra que en la clase alta el índice de fumadores es del 40.7%, en la media 39.7% y en la baja 36.5%, lo que indicaría una incidencia del ingreso en el consumo: las clases de menores recursos consumen menos cigarrillos. A su vez, la última Encuesta Nacional de Morbilidad del ministerio de Salud, señala que el 42% de la población mayor de 15 años fuma y que se registra un inquietante aumento del uso del cigarrillo entre los jóvenes y la población femenina.
ESA DROGA LLAMADA TABACO
¿Pero por qué muchas de las personas que fuman y quieren dejar de hacerlo no han podido? El principal problema es que la nicotina, uno de los más rápidos y letales venenos, usado también como insecticida, produce adicción física. Entonces, es el cuerpo y no la mente el que reacciona cuando el fumador intenta parar. La falta de nicotina en un organismo adicto produce ansiedad y como resultado adicional altera la acidez de la orina. Esto quema la nicotina más rápidamente y acelera la necesidad física de encender otro cigarrillo, para restaurar su nivel usual en el organismo adicto. Es más, según las investigaciones, es el nivel de nicotina en el cerebro el que juega papel definitiva en la dependencia del fumador. La nicotina alcanza al cerebro en pocos momentos después de la primera aspirada, pero a los 20 o 30 minutos, precisamente el lapso entre cigarrillo y cigarrillo para la mayoría de los fumadores pesados, la nicotina se ha extendido a otros órganos. Entonces viene la necesidad de contrarrestar el cambio que la falta de ese elemento produce en la actividad cerebral.
En Gran Bretaña, por ejemplo, una encuesta hecha entre adolescentes demostró que de quienes habían fumado más de un cigarrillo, el 85% se volvieron fumadores regulares. Curiosamente, drogadictos y alcohólicos que han sido interrogados consideran que, a la larga, es más difícil dejar el cigarrillo que la cocaína y el alcohol. 
Al respecto, una investigación del Instituto Nacional contra el Abuso de las Drogas en los Estados Unidos, estima de las personas que alguna vez han usado heroina, entre el 10 y el 15 por ciento son todavía adictas, mientras que el 66% de aquellos que han fumado siguen siendo fumadores habituales.
La necesidad de nicotina en algunos es tan imperiosa que lleva a muchos a recoger colillas en las calles a suplicar un cigarrillo a un extraño e inclusive a robar o entregar cosas a cambio de cigarrillos. Y es tan poderosa esa adicción que algunos investigadores han llegado a especular sobre la posibilidad de que el tabaco haya contribuído a la conversión de las primitivas tribus de Norteamérica de nómadas en sedentarias, porque así garantizaban su provisión de tabaco.
Pero no solamente la nicotina es el principal agente nocivo del tabaco. Se ha descubierto que también lo es el monóxido de carbono, que compite con el proceso de oxigenación. El resultado es que la hemoglobina de los glóbulos rojos lleva menos oxígeno que el normal, además de una carga de carboxihemoglobina, que inclusive puede llegar a repercutir en la actividad sexual. Un médico australiano, M.H. Briggs, ha determinado que, como fumar produce monóxido de carbono en la sangre, éste, a su vez, inhibe la producción de la hormona masculina llamada testosterona.
Así, pues, contrariamente a lo que los anunciadores se proponen vender: una imagen de seguridad y virilidad asociada a una colilla en la mano de un modelo sexy, puede, en la práctica, ser lo contrario. Según investigaciones realizadas, existe una conexión entre el uso del tabaco y la impotencia masculina, menor conteo de testosterona y esterilidad. Investigadores franceses han podido establecer que hombres fumadores entre los 25 y los 40 años registran un descenso de su actividad sexual y han probado que los fumadores "duros" cuando dejan de hacerlo, experimentan el sexo con mayor satisfacción. Un estudio comparativo realizado en Australia con fumadores y no fumadores, demuestra que los no fumadores registran un promedio de 7.47 nanogramas por mililitro de sangre, mientra que aquellos que fuman un promedio de un paquete y medio al día, registran 5.15 ngml.
INDUSTRIA RENTABLE
Encontrar cigarrillos es muy fácil. Es más, en cualquier esquina si no aparece un vendedor que prácticamente le mete la cajetilla por las narices, hay una caseta que ofrece todas las marcas, nacionales y extranjeras. 
Este fácil acceso al cigarrillo, unido a la aceptación social del mismo--los fumadores no son proscritos, no existen asociaciones de Fumadores Anónimos, e inclusive hay la costumbre en los Estados Unidos de regalar tabacos para celebrar el nacimiento de un bebé--han hecho su propiedad adictiva casi imperceptible. Por eso es que la industria del tabaco es una de las más rentables y en los Estados Unidos, especialmente, sus actividades oscilan entre contribuciones a campañas políticas, patrocinio de torneos deportivos y avisos que hacen que la mayoría de los medios impresos teman publicar artículos en contra del consumo de cigarrillo. Por ejemplo, y para no citar sino unos casos, la Philip Morris contribuyó con la campaña de Carter en el 76, ha ofrecido bolsas de 150 mil dólares y contratos millonarios, para los ganadores de torneos como la Copa Marlboro y, además, la propaganda de cigarrillos, solamente en 1979 produjo utilidades millonarias a algunas revistas como TV Guide, que ganó 20 millónes de dólares, TIME que ganó 15 y Playboy, 12 millónes.
La industria tabacalera fue la primera industria norteamericana y llegó nronto a convertirse en la de mayor intercambio comercial con Europa. 
En Colombia sucedió otro tanto. Al lado de la quina, fue el tabaco una de las primeras industrias manufactureras a fines de la Colonia y lo siguió siendo durante el siglo XIX cuando su comercio adquirió gran importancia,especialmente a lo largo del Magdalena. 
Sin embargo, mucho antes de que llegara Colón a América, ya existía el consumo de tabaco y hay pruebas de que los sacerdotes mayas ya lo utilizaban en el siglo IV.
Modernamente, con la tecnificación de la industria y el aumento del consumo que implicó el hecho de que se aceptó socialmente que las mujeres podían fumar en público, la demanda fue en aumento lo mismo que las inversiones no solamente para desarrollar nuevas marcas de cigarrillos negros y rubios, sino también para publicidad.
Sin embargo, en los años 60 cuando se dieron a conocer los más serios informes que establecían una correlación entre las enfermedades cardiovasculares y pulmonares y el hábito de fumar, las campañas emprendidas obligaron a la industria a tomar medidas. Entre ellas, se dieron a la tarea de diversificarse y empezaron a producir desde cerveza y ropa, hasta comida para perros. Pero, sin duda, lo más rentable era ampliar el mercado y de ahí que compañías como la Philip Morris aumentara sus filiales en Asia, Africa y América Latina, (lugares donde no había mayores medidas restrictivas), colocando más de 160 marcas en cerca de 170 países, lo cual se tradujo en un incremento del 18% anual de las ventas en los años 70 con respecto a los 60. Francia hizo lo propio con dos de sus más famosas marcas Citane y Gauloises que se convirtieron en símbolo de status para los fumadores africanos.
En Colombia, la penetración de los cigarrillos extranjeros no se produjo propiamente por el establecimiento de filiales, sino por masivas importaciones y por escandalosos cargamentos de contrabando. A fines de los 70, el contrabando de cigarrillos en Colombia alcanzó la alarmante cifra anual de 2 mil millónes de pesos y vinculó a cerca de medio millón de colombianos en su comercialización. En España ocurre el mismo fenómeno y solamente en 1982 se decomisaron 30 millónes de cajetillas. 
Pero los seis millónes de fumadores colombianos no sólo demandan marcas extranjeras. También consumen las criollas sobre cuyas ventas, sin embargo, la Compañía Colombiana de Tabaco no quiso suministrar información detallada. Pero puede medirse la importancia de la industria tabacalera nacional si se tiene en cuenta que más de 600 mil campesinos en todo el país derivan su sustento de la siembra del tabaco. Por otra parte, se sabe que cerca del 10 por ciento de los ingresos de los departamentos provienen del impuesto al consumo de cigarrillos. En el caso del Atlántico por ejemplo, cuando se produjo el boom anticontrabando, el departamento recibió 27 millónes de pesos en un sólo mes (abril del 83) por este concepto.
En el campo publicitario, aunque se impusieron restricciones para la propaganda de cigarrillos en TV hace año y medio, la inversión sigue siendo alta y se calcula que anualmente las compañías de cigarrillos facturan 250 millónes de pesos.
LO QUE EL HUMO SE LLEVA
La boyante industria del cigarrillo, alimentada por millónes de fumadores en todo el mundo, encontró sus modernos inquisidores: los médicos. 
En 1954, un médico, Alton Ochsner, publicó un libro bajo el título Smoking and Cancer, en el cual establecía una relación entre el cigarrillo y las enfermedades pulmonares. Esto le valió ser ridiculizado como anticientífico. Sin embargo, 10 años más tarde, en 1964, un reporte del Surgeon General de los Estados Unidos, confirmó la estrecha relación entre él cáncer de boca y pulmones con el consuma de tabaco. La alarma cundió también entre los fumadores de pipa y cigarro que creían que, al no llevar humo a los pulmones, estaban libres de esos problemas de salud. Sin embargo, los estudios revelaban que tenían entre 3 y 5 veces más riesgos de desarrollar cáncer de la boca y del esófago que los no fumadores.
La preocupación fue creciendo en la medida en que se fueron adelantando más investigaciones que arrojaban datos en ese sentido, si no concluyentes, por lo menos alarmantes. Actualmente, médicos y especialistas sostienen que las secuelas del consumo de tabaco son más graves de lo que comunmente se cree:
· Las muertes por cáncer en el pulmón han aumentado 5 veces en los Estados Unidos y se calcula que en Colombia, entre 1970 y 1980, la mortalidad por cáncer pulmonar se ha triplicado. Si continúa esta tendencia, será la principal causa de muerte por cancer en el país.
· Las mujeres que fuman durante el embarazo son más propensas a dar a luz niños con defectos mentales o físicos que las no fumadoras.
· Los hijos de fumadores sufren más enfermedades respiratorias.
· Para los fumadores que trabajan en industrias de asbesto, plásticos, carbón, cemento, textiles, uranio y químicos, el riesgo de desarrollar cáncer del pulmón es 90 veces mayor que el riesgo para no fumadores en otros campos.
· Las esposas no fumadoras de fumadores tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer del pulmón.
· Fumar aumenta el riesgo de úlceras pépticas, cáncer de la laringe, boca, vejiga y páncreas.
Sin embargo, y a pesar de los peligros que entraña el hábito del cigarrillo, no es fácil que una persona deje de fumar. La nicotina, química y farmacológicamente, se relaciona tanto con el sistema nervioso central como el metilfenidate y las anfetaminas que son más adictivas aún que la heroína y otros opiáceos. Curiosamente, encuestas realizadas demuestran que el 52% de los fumadores creen que pueden contraer cáncer en el pulmón, pero el miedo no es suficiente para motivarlos a dejar el vicio. Nueve de cada diez fumadores quieren parar de hacerlo y 6 de cada 10 fallan en el intento. Sin embargo, consiguen cierto alivio cambiando a una de esas marcas bajas en alquitrán que actualmente contabilizan cerca de la cuarta parte del mercado y el 50% del presupuesto publicitario en los Estados Unidos.
Pero los cigarrillos bajos en alquitrán no solamente dejan cierta satisfacción en los fumadores que afirman preocuparse por su salud, sino que crean nuevos fumadores que se vuelven adictos lentamente. Esto explica el por qué, a pesar de las campañas anti-cigarrillo, se siguen invirtiendo millones de dólares en un intento de desarrollar lo que se considera un cigarrillo "seguro". Sin embargo, esto no deja de ser una quimera, porque estudios realizados demuestran que no por ser bajos en alquitrán dejan de ser peligrosos.
En Colombia, la situación es más grave de lo que a simple vista parece. 
Mientras en los Estados Unidos la preocupación gira en torno a contenidos de 15 miligramos de alquitrán y 2 de nicotina, los cigarrillos extranjeros que llegan al país tienen 40 miligramos de alquitrán y 6 de nicotina, según afirma el doctor Juan Manuel Zea, asesor científico de la Liga Colombiana contra el Cáncer.
LOS CRUZADOS 
Aún cuando la conciencia de la gravedad del problema de la adicción al cigarrillo data de hace cerca de 25 años, la realidad es que desde hace siglos se conocen detractores del vicio. En 1604, Jaime I de Inglaterra escribió un folleto, "Una maldición contra el tabaco", en el cual condenaba lo que consideraba "una costumbre abominable para el ojo, detestable para la nariz, nociva para el cerebro, peligrosa para los pulmones": fumar. Junto a éste, el papismo era otro de los males que había que erradicar. Inocencio X estaba de acuerdo con Jaime I en la condena al tabaco, pero obviamente no compartía sus ideas acerca del papismo. 
Por otra parte, si en los toldos cristianos llovía, un poco más al oriente tampoco escampaba. El emperador otomano Amurat IV condenaba a la pena de muerte a los fumadores y se sabe de un zar que, siglos después, acostumbraba a cortar de tajo las narices de los fumadores, y de un sha de Persia, Siffi, que ordenaba atravesarlo con un palo.
El vicio, a pesar de tantas brutalidades, sobrevivió durante siglos y es así como, a finales del siglo pasado, sirvió de materia prima para que Anton Chejov creara un personaje: Iván Ivanovich Niujin, un fumador empedernido protagonista del monólogo "El daño que hace el tabaco", considerado en su materia, paralelo al inmortal monólogo de Segismundo.
Pero hubo de pasar mucho tiempo antes de que la barbarie fuera desplazada por la razón y de que los caprichos subjetivos fueran reemplazados por argumentos científicos. Fue apenas hace 20 años cuando la ciencia destapó la "olla podrida" y dio la voz de alarma que ha generado legiones de cruzados y masivas campañas contra el consumo de cigarrillo, lo mismo que la toma de medidas restrictivas para la publicidad. Sin embargo, nada de ésto ha sido suficiente para desestimular el consumo, porque aunque se han registrado descensos en la población de fumadores (en Colombia, por ejemplo, en 1975 el 51% de los colombianos mayores de 18 años fumaban y en 1983 sólo lo hacen el 37.7%), algunas investigaciones señalan que quienes actualmente fuman, fuman más.
Ante los permanentes ataques contra el consumo de cigarrillo, la industria se defiende diciendo que no hay nada concluyente sobre la relación entre el cigarrillo y la salud, y que ellos fabrican y promocionan sus marcas no necesariamente para invitar a la gente a que aprenda a fumar, sino para darle posibilidad de escoger a los que ya fuman. Otro argumento, basado en el libre deseo, es el de que si alguien decide voluntariamente no fumar, debe permitir que los demás fumen si les da la gana.
Esto no parece convencer al número cada día mayor de no fumadores que han decidido movilizarse en torno a un slogan, "su derecho de fumar termina donde comienza mi nariz", que en Colombia tiene en el periodista Daniel Samper uno de sus abanderados. Basados en la creciente evidencia científica de que el humo del cigarrillo contiene sustancias tóxicas que penetran en la sangre de los no fumadores y pueden causar daño en su corazón y pulmones, estas masas de fumadores pasivos han logrado que se prohíba fumar en salones públicos, que se destinen vagones especiales para fumadores en los trenes y sillas en los aviones.
Es un hecho que cada día cobran más fuerza las razones en contra del consumo de cigarrillo. En Colombia, desde 1982, vienen adelantándose campañas en este sentido y ya se han producido medidas como la que hace año y medio prohibió la publicidad de cigarrillos y licores antes de las 11 de la noche en TV, y exigió que el 20% de la transmisión debía insistir en que "el tabaco es nocivo para la salud".
SEMANA ha podido establecer que actualmente el gobierno estudia la posibilidad de establecer nuevas y drásticas medidas. Se trata de crear un Comité Especial del Cigarrillo y la Salud compuesto por 10 asesores expertos en la materia, con el fin de determinar las políticas a seguir en esta materia. 
Se quiere prohibir la venta de cigarrillos a menores de 16 años, para impedir el surgimiento de fumadores en la población joven; se busca restringir aún más la propaganda de cigarrillos en medios masivos de comunicación y prohibir el patrocinio de eventos deportivos por la industria del tabaco. Sin embargo, dadas las implicaciones económicas y sociales que pueden tener estas medidas, el ministerio de Salud ha dicho que aún no hay nada definido y que es necesario actuar con prudencia. Por una parte, no solamente más de medio millón de agricultores viven del tabaco, sino que tradicionalmente los licores y los cigarrillos han sido los grandes anunciadores del país. La restricción en publicidad de estos productos a la que se suma ahora la prohibición de importarlos, altera en forma radical la composición porcentual de los presupuestos publicitarios y tiene graves consecuencias para las agencias y los medios.
Mientras todas estas medidas se ponen en práctica y las campañas se concentran básicamente en apoyar a aquéllos que, como Sísifo con su piedra a cuestas, han intentado una y otra vez dejar el cigarrillo sin lograrlo, y en desestimular potenciales fumadores antes para que no caigan en la tentación de una primera aspirada, los fumadores empedernidos, los tesos, los adictos a esa droga que se llama tabaco, seguramente seguirán quemando sus billetes y contaminando sus pulmones al son de la inmortal canción de "El último cuplé": "fumar es un placer, sensual...".- CUESTION DE HUMO
CARMEN RICO-GODOY 
En aras de la objetividad, SEMANA reproduce una columna de la conocida periodista Carmen Rico-Godoy quien con su inconfundible humor, publicó recientemente en Cambio 16 una columna en defensa de los fumadores. 
Alguien podría pensar que la diferencia entre fumadores y no fumadores reside en que unos fuman cigarrillos y otros no. En realidad, la verdadera diferencia es mucho más importante y profunda.
Un no fumador no resiste la presencia de fumadores, se pone histérico y exige la desaparición inmediata de fumadores. Son segregacionistas e intolerantes. Eso es lo que les diferencia de los fumadores. Así como a los alcohólicos y a los drogadictos, blandos o duros, les inquieta y preocupa la gente que ni bebe ni se droga, a los fumadores les da igual que los que están alrededor fumen o no, beban o no, se la machaquen o no. Lo único que les inquieta es que haya gente que les trate de apestados, de indeseables y de malhechores porque, simplemente, enciendan un cigarrillo de cuando en cuando.
Parece que médicamente está demostrado que el tabaco es nocivo para la salud y puede provocar cáncer de pulmón. Sin embargo, no se ha demostrado que los fumadores tengan que morir forzosamente de cáncer de pulmon y no puedan morirse de cosas tan diversas como accidentes de coche, intoxicación alimentaria, úlcera perforada, artrosis, infarto, y qué me dicen de la guerra nuclear.
Es decir, que no se hagan ilusiones los fumadores porque el habitual cigarrillo durante años no garantiza la muerte por cáncer de pulmón. Y yendo aún más lejos, tampoco nadie garantiza que un no fumador no pueda morirse de cáncer de pulmón. Es más, no fumar no impedirá que un día u otro los no fumadores no vayan a morir. Van a cascar como todo el mundo de cosas tan sanas como accidente de coche, úlcera perforada, incendio o asesinato.
La gran ironía es que algunos no fumadores beligerantes, intolerantes y belicosos contraen cáncer de pulmón. 
Y se mueren. Debe ser horrible morirse sin haber disfrutado del placer que provoca tal enfermedad mortal. Como el abstemio que muere de cirrosis o la mujer virgen que muere en el parto de un niño que le ha sido inseminado en laboratorio. Muerte más tonta. 
Hay muchos fumadores que de repente les entra el complejo y un mal día dejan de fumar. Son los no fumadores de primer grado, los que se ponen fuera de sí cuando ven a alguien disfrutar un cigarrillo. Están siempre empastillados, vigilándose, totalmente descontentos consigo mismos y con el resto del mundo. Por supuesto, que antes, cuando fumaban, eran personas encantadoras y habladoras, que cuando se autoflagelan y abandonan el fumeque se convierten en seres angustiados, intratables y... siempre están quejándose de algo. Cuando no les duele el hígado les baja la tensión o les duelen los riñones. Eso sí: siguen manteniendo que no fumar es muy sano. Juran y perjuran--es su tema de conversación único-que desde que no fuman se sienten mucho mejor. "Antes, cuando fumaba --dicen--, me levantaba tosiendo. Ahora, sólo estoy de mal humor". 
Muchas chicas prefieren despertarse con un cachondo que tose que con un tarzán neurótico.
Los no fumadores tambien hacen alarde de lo que ahorran desde que no fuman. Lo que no cuentan es lo que gastan en pastillas, en sucedáneos y en psiquiatra. No entienden que los fumadores tenemos, siempre que nos sentimos mal, el recurso de pensar que nuestros males se deben al tabaco. Cada septiembre y cada enero tenemos una ilusión en perspectiva: dejar el tabaco a partir del día 1. Tenemos lo que los políticos llaman un "proyecto de futuro", cosa que los no fumadores no tienen. Ellos ya se creen perfectos. Y la perfección es el mayor de los vicios, porque conduce al aburrimiento. -

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