miércoles, 9 de octubre de 2019

Hallado muerto y con mordiscos un pintor que vivía aislado en Lugo

Alfredo Labajjo Grandío, que habitaba una casa apartada en compañía de sus perros, llevaba unos 20 días sin dar señales de vida


Alfredo Labajjo Grandio pintor lugo
El pintor Alfredo Labajjo Grandío posa con una de sus obras.  EFE
Tenía 80 años, vivía aislado en una aldea de Lugo y únicamente el taxista al que reclamaba sus servicios una vez por semana lo echó en falta pasados 20 días sin noticias suyas. El pintor Alfredo Labajjo Grandío (Lugo, 1939), que solía contar que muchos lo veían como “el Picasso gallego”, apareció muerto este lunes sobre la una de la tarde en su finca de Vilafiz, en el municipio de Friol, en un estado que revelaba que llevaba bastante tiempo fallecido. Según el atestado de la Guardia Civil, el cadáver presentaba "mordiscos, presuntamente de animales" en el cuerpo y la autopsia tratará de determinar si se los causaron los perros con los que compartía su vida, desesperados por el hambre tras el fallecimiento de su amo. Algunos medios han informado de que el cadáver apareció con un brazo devorado, pero los investigadores todavía no lo confirman. A falta de los resultados de las pruebas forenses, los indicios que maneja la Guardia Civil "apuntan a que se trata de una muerte natural".
Para evitar saqueos tras el levantamiento del cadáver, los agentes custodian los cuadros que acumulaba en su casa el artista. Según ha explicado el alcalde de la localidad, José Ángel Santos, la obra de Labajjo “tenía un valor importante en el mercado”. Como reconoció el propio creador en una entrevista con la agencia Efe en 2014, cuando inauguró una muestra en la Casa de Galicia en Madrid, antes de la crisis económica había vendido mucho, aunque ahora, para él, corrían peores tiempos.
Labajjo Grandío había estudiado Ingeniería Industrial, pero dejó su profesión para dedicarse a la pintura de forma plena y empezó a exponer en 1973. Vivió en Madrid durante 30 años pero acabó trasladándose a Lugo, primero a la comarca oriental de Os Ancares y luego a la casa de Vilafiz para seguir pintando en soledad, alejado del ruido. Sus actuales perros pastores, el animal que toda la vida quiso como compañía, han quedado a cargo de una clínica veterinaria.
Originalmente con una sola jota en su apellido, Labajjo Grandío (Alfredo Luis Francisco Constantino Rodríguez-Labajo Grandío) reconoció en muchas ocasiones su admiración por Picasso y el reflejo en su obra. "Lo dice mucha gente", admitía este autor que, además, era sobrino de otro pintor lucense reconocido internacionalmente, Tino Grandío. El bohemio gallego llegó a coincidir en una ocasión con el artista malagueño en Aviñón, aunque sobre todo alimentó buenas relaciones con literatos que solían presentar sus exposiciones, entre ellos Ánxel Fole, Uxío Novoneyra o Celso Emilio Ferreiro. Sus cuadros presentan colores vivos y puros, trazos gruesos, formas redondeadas y motivos costumbristas y gallegos, animales, mitología y simbolismo. Vendió enormes lienzos a instituciones como la Xunta de Galicia para decorar salas y despachos, pero tras la crisis se vio obligado a abandonar su predilección por el gran formato y reducir las dimensiones para facilitar la venta de su trabajo.
El alcalde popular de Friol ha declarado a este diario que su pueblo está "sorprendido", sobre todo, “por las condiciones en que apareció el cadáver”. “Era una persona reconocida por su trabajo como pintor y la consternación en el Ayuntamiento es máxima”. Su casa estaba aislada, a medio kilómetro de las demás del núcleo de Vilafiz. El artista tenía una hermana y una sobrina residentes en A Coruña y el regidor se pondrá en contacto con ellas para preguntarles si aceptan que Friol organice un "homenaje" con el que Labajjo Grandío pueda tener "el reconocimiento que se merece".
En los años sesenta Labajjo Grandío quiso formarse viajando y pintando por Europa. Visitó Francia, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Italia, Holanda y Suecia. Casi al final de su periplo fue cuando conoció a Picasso. Acudió a la exposición erótica del artista en el palacio de los papas de Aviñón y según contaba siempre, al decirle a Picasso que era lucense, el genio de la pintura le empezó a hablar en gallego recordando lo aprendido en su infancia en A Coruña. Picasso le pidió que le mostrase algún trabajo y, según Labajjo Grandío, le felicitó por los dibujos que le mostró y le animó a seguir creciendo en su vocación.

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