domingo, 30 de octubre de 2022

La filosofía de Mané, premio Sócrates: "Mejor un hospital que diez Ferraris"


Raí, entregando el premio que lleva el nombre de su hermano a Sané.




 El senegalés ha ganado la primera edición del trofeo que reconoce las acciones solidarias de futbolistas por una sociedad más justa e inclusiva, después de financiar obras en su Bambali natal

Bambali es una población situada al sur de Senegal, a orillas del río Casamanza. Su población ronda los 20.000 habitantes (apenas 2.000 en la aldea que se constituye como núcleo) y vive de la pesca y de la agricultura (sobre todo los plátanos). Localizada a unas siete horas de Dakar (pronto comprobaría esa lejanía el joven Sadio, cuando se marchó de casa para ser futbolista), la peculiaridad geográfica de la zona exige atravesar Gambia para llegar a la capital. Hay pobreza, claro que la hay. Pero también hay un tipo dispuesto a que los suyos tengan lo que él no pudo tener. Mané, claro. El delantero del Bayern, que antes lo fuera del Liverpool. El ganador del primer trofeo Sócrates.

Fue en septiembre cuando se anunció la creación del premio que lleva el nombre del maravilloso centrocampista brasileño y que se entregará (en el caso del africano se ha entregado ya) en el marco de la gala del Balón de Oro. La idea era "identificar las mejores acciones solidarias llevadas a cabo por campeones comprometidos". Reconocer, en fin, el compromiso por construir una sociedad más justa e inclusiva, para lo que, por otra parte, el grupo L'Equipe se asociaba con Peace and Sport, organización internacional que utiliza el deporte como herramienta para la paz. Por eso Joël Bouzou y Jean-Jérôme Perrin-Mortier, presidente y director general de la misma, forman parte de un jurado en el que también están dos hermanos de Sócrates: Raí, excapitán del PSG y de la selección brasileña, y Sóstenes, director general de la Fundaçao Gol de Letra.

¿Para qué quiero diez coches, 20 relojes con diamantes y dos aviones? ¿Qué haría eso por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui al colegio. Hoy puedo ayudar. Prefiero construir escuelas y dar comida o ropa a la gente pobre

Sadio Mané

Hay una frase que desde hace tiempo sintetiza la filosofía de Mané. "¿Para qué quiero 10 Ferraris, 20 relojes con diamantes o dos aviones? ¿Qué haría eso por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui al colegio. Hoy puedo ayudar. Prefiero construir escuelas y dar comida o ropa a la gente pobre", apuntó en octubre de 2019... sin quedarse en las palabras. Porque, efectivamente, Sadio gana muchísimo dinero, establecido a los 30 años como uno de los mejores futbolistas del mundo después de una singladura que, en lo que a Europa respecta, también pasó por Francia (Metz) y Austria (Salzburgo) antes de llegar a Inglaterra (jugó además en el Southampton) o, esta misma temporada, Alemania.

Visita a Macky Sall, presidente de Senegal.
Visita a Macky Sall, presidente de Senegal.

Y con ese dinero ha financiado en Bambali las obras de un colegio con 17 aulas. O las de un hospital que en realidad sirve como referencia para 34 poblaciones cercanas. O las de una oficina de correos. O las de una estación de servicio. O las de una mezquita nueva (su padre era imán). Pero también ofrece directamente un apoyo mensual a las familias necesitadas o financia premios para los mejores alumnos. Las cifras oscilan según las fuentes consultadas, pero en todo caso lo que costaría uno solo de esos Ferraris a los que alude el futbolista puede servir (y de hecho sirve) para mucho en África.

Mané aprendió a manejarse en comunidad, de hecho lo sigue haciendo cada vez que visita su país y convive con su numerosa familia, de modo que nunca ha rehuido el compromiso social, posicionándose por ejemplo a favor de la causa palestina o contra el racismo (del que por ejemplo fue víctima en los estadios italianos su compatriota Koulibaly, ahora en el Chelsea). Por ahí incluso su búsqueda de patrocinadores incluye acuerdos beneficiosos por lo colectivo: Orange, una de las compañías en cuestión, tuvo que esforzarse para establecer su red en Bambali y alrededores. Hasta el presidente de la República, Macky Sall, que lleva en el cargo desde 2012, se ha reunido con su ciudadano más ilustre a escala global para tratar proyectos comunes.

Sólo soy un ser humano; no soy perfecto, pero es importante ser un buen ejemplo para los jóvenes

Pero la historia de Mané fue durante mucho tiempo la historia de un niño sin apenas recursos, que acudía a la escuela pero parecía destinado a las labores de campo, que jugaba con una naranja cuando no había pelota y cuya familia no entendía que quisiera ser futbolista ("mi madre pensó que estaba loco cuando se lo dije") a pesar de que uno de sus tíos tuviera un equipo, Kansala, que entrenaba apenas a diez metros de la vivienda de Sadio. Ese niño se escapó a Dakar en cuanto pudo y procuró alcanzar un acuerdo una vez fue localizado dos semanas después: regresaría a Bambali y estudiaría un curso más... pero sería el último. Efectivamente, un año después emprendió un segundo y definitivo viaje.

Visita a Macky Sall, presidente de Senegal.
Visita a Macky Sall, presidente de Senegal.

Lo hizo para formar parte de Generation Foot, un centro de entrenamiento cuya labor pasaba precisamente por llevar jugadores a Europa. Mané se había presentado en la prueba con unas botas viejas y rotas y sin la vestimenta adecuada, lo que provocó cierto recelo del 'scouter' Parmalin Diatta, pero cuatro goles a las primeras de cambio lanzaron el aviso: había jugador. Pronto acudió a ese reclamo Olivier Perrin, buscador de talentos de Metz... y el resto es historia por más que tuviera que retirarse de su primer entrenamiento en Europa por el frío, por más que una lesión de aductores lo tuviera ocho meses de baja nada más llegar.

"Sólo soy un humano. No soy perfecto, pero es importante ser un buen ejemplo para la gente joven", explica ahora un Mané que perdió pronto a su padre después de que, con agudos dolores de estómago, no recibiera la atención médica adecuada por la simple razón de que entonces no había un hospital adecuado para aquella zona. Ahora ya lo hay, porque él se ha encargado de que lo haya. "No quiero hacer más promesas y sólo Dios sabe el futuro, pero la educación y la buena salud deben ser prioridades para nuestra generación", explicaba durante su última visita a unos vecinos de Bambali que interrumpían constantemente su alocución para vitorearlo.

Hubo un tiempo, por cierto, en el que Senegal reprochaba al punta que no rindiera con la selección como con sus equipos, pero la Copa África conquistada este mismo año ha clausurado cualquier debate al respecto. En las buenas y en las malas, sin embargo, Mané siempre se ha considerado uno más, ni mejor ni peor por el hecho de ser más célebre o de tener más dinero. En ese sentido aún se recuerda un episodio grabado durante una fecha FIFA, cuando era el único jugador que se paraba para ayudar al utilero que estaba descargando el autobús. Sadio, genio y figura. El futbolista que prefiere un hospital a diez automóviles de lujo o que no tenía reparo para ayudar en la limpieza de los baños de la mezquita a la que acudía regularmente en Inglaterra. El Sócrates que ha llegado de África...

DEMOCRACIA CORINTHIANA

La democracia corinthiana, bajo el lema 'libertad con responsabilidad', fue un sistema de autogestión que no sólo sirvió para que progresara el fútbol, sino también para concienciar a la sociedad brasileña contra la dictadura militar. Había que ser valiente para poner voz en aquellos tiempos a un proceso por el que se consensuaba cualquier decisión que afectara al club paulista (desde horarios a fichajes)... pero es que Sócrates era valiente.

"He podido ver las dos caras de la sociedad en la que vivimos. Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por la gente", explicaba un futbolista firmemente comprometido con la sociedad de su época, un tipo tan elegante dentro del campo como rebelde fuera, un ciudadano que murió con 57 años por un choque séptico... y por tantos años de excesos con el tabaco o con el alcohol. Sócrates, como homenaje póstumo, pone nombre ahora al premio solidario del Balón de Oro.

Todavía se recuerda aquel Brasil del Mundial de España, por más que hayan pasado 40 años, por más que se quedara en cuartos ("peor para el fútbol", dijo él). Se recuerda a Falcao, a Toninho Cerezo, a Junior, a Zico, a Eder... o al propio Sócrates, aquel centrocampista ofensivo alto y desgarbado, de pies pequeños y juego indescifrable, que hizo del tacón un arte y que aprovechó su reclamo mediático para exigir democracia desde un posicionamiento de izquierdas. Su hermano Raí lo tiene claro: si aún viviera, votaría a Lula.

Hablando de hermanos, también forman parte de la familia Sófocles y Sóstenes. ¿Hace falta explicar que el padre era admirador de los filósofos griegos? A Sócrates, por cierto, le entró tremendo ataque de saudade cuando por fin dio el salto al fútbol europeo, concretamente a una Fiorentina con la que no llegó a identificarse y de la que salió apenas un curso después. En el retorno pasó por Flamengo y Santos antes de una retirada que dio paso a escarceos con los banquillos, sí, pero también con la pintura, con la música o con el periodismo.

"Ganar o perder, pero siempre con democracia". En 1983, en el último partido del torneo paulista, los jugadores de Corinthians aparecieron con una pancarta que utilizaba el fútbol en aras de un bien común. Sócrates, que siempre hizo campaña por el voto, lo tenía muy claro en ese sentido: "Cuando pisábamos el campo sabíamos que estábamos participando de algo más que de un simple partido. Luchábamos por recobrar la libertad". Y por eso entre otras cosas permanece en todas las memorias.

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