La fe nos permite dejar el miedo y confiar en Dios ante lo imposible.
La fe no es una creencia pasiva. Es una confianza activa que se apodera de nuestra alma: una sólida creencia en las promesas de Dios y una firme convicción de que Él es confiable. Cuando estamos rodeados de incertidumbre, nuestra fe nos dirige mientras ilumina el camino.
El versículo 1 del pasaje de hoy dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Estas palabras pueden verse como una alentadora invitación a vivir con confianza, la cual sosiega el corazón y ancla el alma. También son un recordatorio de que nuestra esperanza descansa en un Dios amante y soberano.
En tiempos de pruebas y desafíos, la fe se convierte en nuestro refugio, susurrando: “No temas, porque Dios está contigo”. Nos motiva a dar un paso adelante en obediencia, incluso si hacerlo parece imposible. Y nos da el poder para enfrentar la adversidad con valentía, sabiendo que Dios está obrando en todo para nuestro bien.
El Señor nos llama a andar por fe (2 Co 5.7) y a entregarle nuestras dudas y temores. Quiere que creamos sus promesas, incluso cuando las circunstancias parezcan sombrías; confiar en Él nos permite ver más allá de lo visible hacia lo eterno. Entonces encontraremos fortaleza, paz y la presencia de nuestro Dios amoroso guiándonos en cada paso del camino.
Biblia en un año: Apocalipsis 13-17
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