𝐓ú 𝐜𝐫𝐞𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐬𝐚 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐧𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫.........
"Estoy joven", dices.
"No tengo tiempo", repites.
"Ya mañana empiezo", juras.
Pero mientras tú lo pospones…
tu cuerpo lo resiente.
Y el futuro lo cobra.
Porque el músculo que no construyes a los 30…
será la rodilla que te fallará a los 50.
La espalda que no puedes enderezar.
La fatiga que no puedes explicar.
El espejo que ya no reconoces.
La silla de ruedas que nunca pensaste usar tan pronto.
Ve al parque un domingo.
Mira al señor que camina con bastón, mientras su nieto corre.
Ese hombre no nació débil.
Solo ignoró su cuerpo hasta que su cuerpo lo traicionó.
Lo que hoy tú llamas "no tener ganas",
él lo llamó "mejor mañana"… durante 30 años.
¿Quieres un ejemplo real?
Mi tío Jorge.
A los 35, tenía un cuerpazo.
Después dejó de entrenar porque "trabajaba mucho".
A los 42, ya no podía agacharse sin dolor.
A los 50, le diagnosticaron desgaste severo de columna.
Hoy, con 55… necesita ayuda para ponerse los calcetines.
Y me lo dijo llorando:
"Si pudiera volver a mis 30… me cuidaría como oro."
Pero ya no se puede.
¿Sabes qué es más caro que un gimnasio?
Un bastón, una cirugía de cadera, y la impotencia de no poder abrir un frasco solo.
¿Sabes qué duele más que una sentadilla?
Depender de tus hijos para bañarte porque tus piernas ya no responden.
¿Sabes qué es peor que estar cansado después de entrenar?
Estar cansado siempre, sin haber hecho nada.
La vida no te perdona el abandono del cuerpo.
Porque el cuerpo es el vehículo de tu libertad.
Y si no lo fortaleces…
un día serás prisionero dentro de tu propia carne.
Entrenar no es vanidad.
Es respeto por el hombre que quieres seguir siendo.
Es la diferencia entre subir las escaleras con orgullo…
o verlas como una amenaza.
A los 30, construyes músculo.
A los 60, te salva.
Y a los 80, te mantiene con dignidad.
No esperes a enfermarte para empezar a valorarte.
Cada día que no entrenas, tu cuerpo lo recuerda.
Y algún día… te lo va a cobrar, con intereses
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