Jaime Septién - publicado el 27/03/21
Se trata de los mártires de Quiché, entre los que se encuentra un niño de apenas doce años de edad
Poco a poco, según transcurren los años de relativa estabilidad política y ausencia de conflictos armados internos, en Guatemala –como en el vecino país de El Salvador—se va reconociendo la sangre del martirio, semilla de nuevos cristianos, según el célebre dicho de Tertuliano allá por el año 197.
El próximo 23 de abril, la Guatemala católica contará con diez nuevos beatos. Se trata de los llamados “mártires de Quiché”, siete laicos y tres sacerdotes, entre ellos un niño de apenas doce años de edad, asesinados, como lo reconoce el decreto autorizado por el Papa Francisco el 23 de enero de 2020, por odio a la fe entre 1980 y 1991.
En su mensaje con motivo de la Beatificación del Padre José María Gran y nueve compañeros Mártires de la Diócesis de Quiché, la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG) proponen a estos católicos martirizados “como un ejemplo a seguir para todos los que creemos en el Señor”.
Citando un mensaje de sus homólogos de El Salvador, los prelados guatemaltecos señalaron que el martirio es “el mayor testimonio de fe porque reproduce fielmente a Cristo, dando su vida para que otros tengan vida en abundancia”, al tiempo que agradecieron el don de la vida de los mártires de Quiché “y el ejemplo de su fidelidad”.
¿Quiénes fueron?
Los tres sacerdotes que será beatificados eran nacidos en España y formaban parte de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús:
–El padre José María Gran Cirera fue enviado a Guatemala en 1975, donde trabajó con los pobres y los indígenas. Fue asesinado el 4 de junio de 1980 junto con el sacristán y catequista Domingo del Barrio Batz cuando regresaban de una visita pastoral a unos pueblos.
–El padre Faustino Villanueva Villanueva fue enviado en 1959 a Guatemala, donde desempeñó responsabilidades pastorales en varias parroquias de la diócesis de Quiché. Fue asesinado el 10 de julio de 1980.
El padre Juan Alonso Fernández fue enviado a Guatemala en 1960, el mismo año de su ordenación. De 1963 a 1965 fue misionero en Indonesia. A su regreso a Guatemala, fundó la parroquia de Santa María Regina en Lancetillo. Fue torturado y asesinado el 15 de febrero de 1981.
Los siete laicos son: Domingo del Barrio Batz, casado (asesinado junto al padre Cirera); Juan Barrera Méndez, de doce años, miembro de la Acción Católica; Tomás Ramírez Caba, casado, sacristán; Nicolás Castro, catequista y ministro extraordinario de la Comunión; Reyes Us Hernández, casado, dedicado a actividades pastorales; Rosalío Benito, catequista y agente de pastoral; Miguel Tiu Imul, casado, director de Acción Católica y catequista.
¿Qué significan para Guatemala?
Cuatro mártires pertenecientes a las diócesis de Sololá, Chimaltenango, Huehuetenango y al Vicariato Apostólico de Izabal desde 2017 a la fecha han sido ya beatificados. Ahora es la diócesis de Quiché la que le regala a estos mártires cuya vida, dicen los obispos de la CEG, “se caracterizó por sus obras”.
“Su convencimiento que el cristiano no puede desentenderse de la realidad en que vive ni mucho menos encerrarse en un individualismo egoísta cerrado a las grandes necesidades de sus pueblos y comunidades en aquel momento histórico en el que vivían les ayudaba a entender la vida como un tiempo de gracia que los impulsaba a vivir en una tensión continua hacia la eternidad sin dejar de tener los pies en la tierra”, continuaron diciendo en su mensaje los prelados guatemaltecos.
El significado del martirio llena la mirada de la Iglesia que peregrina en Guatemala “de admiración y afecto”. Los obispos, a nombre del pueblo fiel de esta nación centroamericana, aprecian en los nuevos beatos “su testimonio de amor y fidelidad” y reconocen en ellos “el don maravilloso que el Señor les concedió para servir al Evangelio con todas sus fuerzas, con toda su alma, con sus luchas, con su trabajo, con toda su sabiduría, hasta derramar su sangre.”
Los obispos guatemaltecos terminan su mensaje diciendo: “Esta beatificación nos permite reconocer que el martirio ha sido y es una gracia concedida a nuestra Iglesia. Gracia que nos compromete, nos fortalece y nos inspira para afianzar la construcción del Reino de Dios en nuestros Pueblos”.
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